Así comenzaban mis sueños hace ya tanto tiempo…queridos Reyes Magos, en la mente de niña que no entendía porque los reyes no llegaban a todos los sitios, pero que nunca quería despejar esa incógnita porque al menos a mi casa llegaban, en ocasiones se confundían y no traían todo lo que pedíamos cada uno de los cinco hermanos pero llegaban, pero también me traían cosas que no había pedido, un pijama nuevo, calcetines, siempre una caja de lápices de colores Alpino ¡¡de 24!! y cuadernos para colorear, algunos años y lo que ya era un lujo eran los estuches con rotuladores, lápices de colores, regla, escuadra, cartabón, uffff, siempre recordaré aquel olor de los lapiceros, tantos colores, todos con la punta afilada, el olor de la goma nueva en la cara de los muñecos… mi abuela hacía chocolate para desayunar roscón. Mientras en el pasillo se desarrollaba una verdadera batalla campal de envoltorios, risas y zapatos ya descolocados cada uno por un lado y algún que otro lloro, que si no me han traído esto, que si esto lo había pedido yo.
Un día (no muy tarde) se destapó la caja de los sueños y todas mis preguntas obtuvieron respuesta. No fue ni bueno, ni malo, ni peor, ni mucho menos un trauma como a veces he llegado a oír. Era la mayor de los cinco y la magia de esa noche la viví aún mucho tiempo e incluso hice de “paje” de mis mágicos padres, que hacían un esfuerzo para que recordáramos aquella noche durante todo el año.
El tiempo y las circunstancias me convirtieron en Rey Mago, traté de que fuera para mis hijos esa noche mágica que casi vivíamos nosotros con más ilusión que ellos, muertos de sueño esperando que por fin se durmieran y en ligero dormitar por si los escuchaba levantarse ¡¡nunca quisimos perdernos sus caras!! ni el brillo de aquellos ingenuos ojos al descubrir los regalos.
Hoy ellos, también hacen de Magos con nosotros, hasta que el tiempo…(y no tengo prisa) nos haga abuelos para volver a saborear la magia, porque la magia de los Reyes, está en la sonrisa de los niños.
Esto me recuerda a un cuento, un cuento en el que Cristina quería saber si era verdad lo que había escuchado en el colegio a cerca de los Magos de Oriente
Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papa?
- Sí, hija, cuéntame
- Oye, quiero… que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido
- Es que… -titubeó Cristina
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos … pero…
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen – respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Cristina .
- Entonces no lo entiendo. papá.
- Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha
llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba
con la mano el asiento a su lado.
Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:
-Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No
seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en
el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos,
ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes., no existen tantos. - No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí, claro, eso es fundamental – asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más
entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los
regalos que deseen. También ordenó que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños
harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre de Cristina hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:
- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.
Mantener la ilusión de los más pequeños es que siempre produce aún más ilusión en aquellos que procuran mantenerla. Pienso que sólo trae beneficios para los pequeños ese aporte de ilusión. Tiempo tendrán de "aterrizar".
ResponderEliminarMe gustan los Reyes Magos, Medea.
Que SS.MM. sean generosos con vosotros.
Un abrazo.
Me siento identificada en muchas de tus anécdotas, ahora ando en ser "paje" y lo disfruto tanto... se que pronto tendré que contestar preguntas y puede que este cuento me ayude a que al menos sea mas liviano y mágico ese momento para las dos...
ResponderEliminarMe encanta verte por aquí de nuevo...que tengas una "noche de reyes" cargada de nuevas ilusiones.
Besos
Las historia de Medea ya las esperaba con ansiedad y hoy llega con un cuento lleno de ternura, ese descubrir que los papas son los pajes de los magos de oriente, una historia que nos toca contar cuando nuestros niños se van haciendo mayores. Por que la ilusión no se pierda jamas este cuento.
ResponderEliminarQue esta noche del dia 5 sea mágica y que las alforzas las traigan repletas de regalos. Tu ya nos has dejado uno.
Un abrazo
Y colorín colorado, de Alpino o no, el cuento durará en la imaginación de los niños y los demás tendremos la ilusión compartida con ellos.
ResponderEliminar- Mamá, aixó qué es? (¿mamá, esos quiénes son?)
- Los tres reyes que también traen juguetes a los niños.
- ¿papauel? (¿Y entonces papa noel?)
- A unos niños, sólo a los buenos y a los "peché-peché", les trae los juguetes papa noel y a otros niños los tres reyes.
- China, papauel no.
- No importa, aquí sí.
- Jo ja prou. (Yo ya tengo bastantes)
Besos y feliz noche.
¿Has sido buena?
¿Te lo has comido todo?
Pues a esperar...
no es cierto que los hombres se nos llenen los ojos de " sudor" cuando
ResponderEliminarse leen historias ( ciertas ) como la que has contado
Feliz año Medea, y un beso ( casi entre sudores por mis ojos )
Que bien tenerte de vuelta tras la fase de crianza...jajaja me alegro mucho. besos
ResponderEliminarYo te dejo la historia de el cuarto rey mago, verás como te gusta:
ResponderEliminarhttp://es.wikipedia.org/wiki/Artab%C3%A1n
Un beso muy fuerte.