sábado, 30 de junio de 2012

En los zapatos de otro
Este jueves un relato


Es jueves, como muchos jueves estoy aquí desde la distancia, veo que escribís el tema de “en los zapatos de otro” no era mi intención escribir ni publicar nada, al final escribo sobre el tema, no se si publicaré este borrador, pero desde luego no mandaré este enlace, sé que aún con todo alguien lo leerá, sé que muchos lo leeréis pero uno de mis motivos es que aun no he podido leer todos los publicados la semana pasada y mis comentarios irán llegando con cuenta gotas a unos y otros blog.
Siempre he sentido que hay que ponerse en los zapatos del otro para ver las cosas, la situación de cada uno desde su punto de vista.
Me he puesto muchos, muchos zapatos, para mí la empatía forma parte de esto, ponerse en el estado de ánimo del otro para poder comprender algo que desde el nuestro no seria posible.
Me planteo que la empatía ó calzarse otros zapatos es a veces agotador, sobre todo cuando no sabes separar el estado anímico del otro del tuyo propio, esto llega a ser patológico, lo suyo es que supiéramos separar, tendemos a calzarnos los zapatos de otro cuando tiene que tomar una decisión, cuando nos piden consejo cuando se desahogan con nosotros. Esto sucede principalmente cuando a la gente a la que queremos, cuando los nuestros, necesitan un apoyo. No empatizamos cuando alguien tiene su vida en orden y todo va bien, la situación no lo requiere.
Son muchas las veces que te pones en los zapatos del otro, tratas de sentir como el siente para poder ser objetivo, para tratar de ayudar a tomar una decisión y sin darte cuenta empiezas a andar con ellos, aprietan a veces pero no importa, sabes que es muy fácil decir yo haría esto o lo otro desde tu sillón calzando unas cómodas zapatillas pero esa no es la manera, hay que calzar sus zapatos y andar con ellos.
Un día al calzarte tus propios zapatos te das cuenta de que también te hacen rozaduras y te sientes cansado, has andado mucho con distintos zapatos, pesa sobre ti…no sé no sé que es lo que pesa pero las circunstancias y momentos vividos calzando el zapato de otro siguen ahí, no sabes separar una cosa de otra, todas están ahí y pesan.
Hay que saber ponerse los zapatos de otro, es imprescindible al menos para mi, pero también es imprescindible sabértelos quitar antes de calzarte los tuyos, algo que en este momento…no sé hacer



Hay muchos mas modelos en el colmado de Gastón

16 comentarios:

  1. Describes una consecuencia negativa de ponerse en los zapatos de otros, amiga. Hacer nuestras sus cargas. No se debe hacer, pero ¿cómo evitarlo? Habría que ayudar sin cargar las penas del otro.
    Un cariñoso abrazo, amiga.

    ResponderEliminar
  2. ¿Y cómo separas el amor de todo esto? supongo que eso está ahí siempre, el sentimiento fuerte hacia las personas que te rodean y quieres a veces manda más y en ello van muchas otras cosas que pasan a segundo plano el preocuparse de uno mismo, por eso aprietan amiga, los pies propios son los que más sufren... y por otro lado, mientras las energías que despliegas hacen el desgaste...
    Ahh, yo te tengo fichada siempre vengo a leerte...

    Besos, cuídate y descansa...¿vale?

    ResponderEliminar
  3. A ver Ana en primer lugar dices que no enlazarás porque aún no has terminado de leer los textos de la anterior convocatoria, pues yo te pregunto ¿y? nadie obliga a tenerlo que hacer, si se puede pues a ello, pero si no se puede pues cada uno a su ritmo. Yo hoy me pongo en tus zapatos.
    Hace unos días me decian mas o menos algo así, que hay que estar con quien nos necesite, escuchando intentando ayudar, pero el sufrimiento es del otro no nuestro, de no hacer esto, llega un momento que tanta carga afecta en dolor físico, yo contestaba que todo lo que se supone hay que hacer, teoria, está muy bien pero ¿como llevarla a cabo? Pues trabajandolo contestaron. Dificil me parece pero hay que intentarlo ¿lo intentamos?
    Tu está muyyyyyy fichada, enlaces o no.
    Besos, muchos.

    ResponderEliminar
  4. Si, habría que saber como hacen los psicólogos por ejemplo para escuchar el problema pero no involucrarse anímicamente. Porque es difícil de manejar, tenés razón, la carga (aunque uno lo haga de corazón en el caso de los seres queridos) se hace pesada por momentos.
    Yo tampoco sé como se hace pero está bueno tener la capacidad - o la intención al menos - de querer calzar el zapato ajeno para dar una mano.
    un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Ana, los únicos zapatos que hay que ponerse son los que te sientan como un guante, los que no te hacen rozaduras. Los que no te bailan y no te aprietan. Los que te hagan sentirte estable, ecuánime y equilibrado. Porque sólo desde esa posición puedes ver con claridad meridiana el drama ajeno, y abordarlo.
    Llevar unos zapatos que aprieten y lastimen son como un dolor de muelas, y ¿quién desde un dolor semejante está en condiciones de razonar? y mucho menos aconsejar.
    Desmitifiquemos, este el comentario nº 28 que hago y creo que en los anteriores 27 me he equivocado, confundido porque los árboles no dejan ver el bosque, desdramaticemos y démonos tiempo. Este es el zapato que nos ha tocado calzar y no tenenmos otro... aprovechémoslo.

    Besos

    ResponderEliminar
  6. Creo entender Ana lo que quieres decir. Es difícil coger distancia cuando nuestra naturaleza nos pide involucrarnos, meternos en la piel del otro debido al cariño o a la amistad que le profesamos, compartir sus vivencias y sus necesidades. Eso pasa factura y acaba por afectarnos también anímicamente a nosotros. Es muy complicado guardar el equilibrio que nos permita estar en todo momento con los amigos y a la par preservar nuestra propia estabilidad emocional.
    En cuanto a que no sabes si publicar porque no has leido a los amigos, te diré a título personal que yo prefiero mil veces leerte siempre aunque tus circunstancias no te permitan leer a los demás o comentar sus escritos. Siempre hemos presumido de que este grupo tiene la máxima flexibilidad ¿o no?.
    Un fuerte abrazo, cuasi paisana.

    ResponderEliminar
  7. AY... pero sí... por supuesto. Una reflexión más que coherente... tenemos que aprender a empatizar, pero no se puede no sentir, tampoco se puede no pensar... elegimos hace tiempo, un tiempo sin recuerdos, ser como somos... muchas personas no eligen empatizar y se excluyen... otros no, en tu caso, y en el mío también. No sólo cuando estan mal el resto, también cuando estan bien nos llenamos de alegría y eso también es empatizar. Pero hace tiempo elegimos estar así y ser así... ¿por qué a veces no queremos sentir? ¿por qué a veces no queremos pensar? Es que a veces nos olvidamos de nosotros, pero es importante volver a escucharnos, volvernos a sentir y volvernos a pensar... o re-pensar... tenemos que volver porque seremos diferenetes, hemos cambiado, y vamos mutando... sintiendo cada vez más... diferenciándonos de aquello que alguna vez fuimos... volver? a dónde volvemos? no hay retornos posibles a lo que fuimos... tomamos caminos, tomamos decisiones, calzamos zapatos diferentes... hay una esencia que nos hace ser nosotros y sin embargo parece que no hay lugar al que acudir para calmar la confusión esta... ¿CÓMO DEJAR DE SALIR AFECTADOS EN ESAS SITUACIONES?... es que no se puede y no hay que temer por eso. Simplemente hay que dejarse sentir y limpiar el alma... cada uno lleva ese proceso como puede, algunos más rápido, otros más lento... pero no es el tiempo lo que importa... lo importante es renovarse y crecer una vez más. Un beso. Que linda sorpresa que nos dejes tu relato. Un beso!

    ResponderEliminar
  8. Pues no será relato, pero esta reflexión es muy apropiada y, ¿por qué no hacer ensayo? Me pongo en tus zapatos, lo intento... Nunca es bueno llevar los zapatos del otro por mucho tiempo... Alfredo, no he podido evitar chafardear algún comentario, te lo explica bien clarito... Los mejores zapatos son aquellos que nos ajustan como otra piel; tú debes calzar los tuyos. ¿Empatizar con el otro...? Por supuesto que sí, pero sin que lleguen a salirte rozaduras! Pero eso Ana, no es más que otra reflexión, la que yo hago aquí, ahora, en este exacto instante y con la de vueltas que damos todos vete a saber dónde estoy mañana. Y yo, no he andado nunca en tus zapatos... en fin, que no quisiera yo equivocarme... Ante todo date tu tiempo y dejate unos instantes para ir descalza :)
    Un besazo!

    ResponderEliminar
  9. A cada cual su número de calzado, dulcísima Medea, y si aprietan porque son nuevos, hay que darles tiempo a que se adapten a nuestra piel. Para descansar, ir descalza, ir al ritmo que nos pida el cuerpo, nada mejor que atender a nuestra piel, relajarse, meditar, porque no puede, una o uno, calzar asuntos ajenos de no tener fuerzas ni ánimos, resultarían zapatos incomodos por más que quisiéramos calzarlos.
    No podemos evitar implicarnos, no somos de ningún modo de piedra, al contrario, la buena voluntad, las ganas, el querer y el estimar, nos mueven a hacer pasos en dirección al otro, a la otra que está en su circunstancia, lo pasa mal, puede ser. En la zapatería dudamos, cuesta decidir cual actitud será la mejor, la adecuada para calzarnos la piel de otro, podemos fallar, lo importante es estar o hacer notar que se está, observar, dar tiempo, depende, ya que no hay otra forma de salir de un atolladero que hacerlo por uno mismo, a la larga nadie puede andarnos el camino, puede acompañarnos y ya ayuda mucho la sombra amiga, la piel amada.

    Esperaba con intriga que participaras, ay cariñosa Medea, que tus comentarios sacuden y penetran adentros, y tengo tu sonrisa, tu risa, en mi piel prendida, eres de las que no pasan de nada, aunque necesites pasar de puntillas te sentimos, estás. Escúchate a tí misma y apóyate en esa compañía que tienes a tu lado, firme y enamorada, ven a los jueves cuando quieras, cuanto te apetezca, de par en par te esperan nuestros corazones, a tu calzado cíñete o ahora en verano, descálzate, cuídate y mímate mucho, y escribe como en este jueves, te esperamos, escribe cuando tengas ganas, que ganas tengo de darte un besito achuchado, a lo mío !salve!

    ResponderEliminar
  10. EN este caso me es facil, muy fácil ponerme en tus zapatos. Sabes, a mi se me obliga a entender todo por aquello de que cómo no voy a empalizar con los que me cuentan si eso va implícito en mi arte, en mi buen saber y hacer profesional, pero a veces cuando regreso a casa y me descalzo de esos zapatos y me pongo los míos me encuentro extraña y también me pesan y me hacen rozaduras, me incomodan y entonces ¿quien se pone en mi lugar? Se supone que yo no necesito nada ni a nadie, que soy fuerte por eso me dedico a lo que me dedico, pero no es así, y en esos momentos echo en falta a quien se coloque en mi lugar y me acompañe. Me encantó verte de nuevo princesa

    ResponderEliminar
  11. Tener la voluntad y la empatía siempre dispuesta para calzarce los zapatos de los demás es de generosos, pero me parece que tambien es un ejercicio saber quitárselos y ponerse los propios manteniendo la propia esencia y ecuanimidad que permitirá ayudar con mas provecho al otro. Claro que es mas fácil decirlo que hacerlo!
    Un placer que estes por aquí Ana
    Besote

    ResponderEliminar
  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  13. Es noble y habla muy bien de nosotros poder, aunque sea por un momento, calzarse los zapatos ajenos. Pero realmente uno tiene que tener conciencia amplia de que se siente (sin mentiras, sin auto engañarse) los propios zapatos. Conocerse es mejorar y ayuda muchísimo para entender al otro. Si bien todos somos diferentes, como seres irrepetibles, es también cierto que hay circunstancias y situaciones que nos emparentan, distintos tipos de dolor, pero todos hemos sufrido. Distintas alegrías, pero hemos sido felices. Quiero creer que podemos llegar a entendernos y así surgirá el respeto, la tolerancia...

    ResponderEliminar
  14. ¡Qué difícil es ponerse en los zapatos de otro! A veces, tendemos a criticar las acciones de los demás, a no entender los motivos que le llevan a tomar ciertas decisiones o incluso a dejar de tomarlas. Y es que desde fuera las cosas parecen más fáciles de lo que realmente son. Cómo dice el refrán "¡Que bien se ven los toros desde la barrera!" Pero... ¡amigo! ¿Y cuándo nos toca meternos en el papel del torero? Aunque es complicado, llevas razón en que, cuándo al fin lo conseguimos, corremos el riesgo de involucrarnos demasiado, sobre todo si se trata de familiares, amigos y seres queridos. Una muy buena reflexión la que nos dejas. Creo que, como en todo, la virtud está en el término medio, pero ¡resulta tan dífícil lograr eso! Un beso, guapa.

    ResponderEliminar
  15. Medea!...casi no llego a leerte!...por suerte se medio otra vez pasar por aquí para verificar.
    sobre la capacidad empática de saber ponerse en el lugar de otro, creo que resulta ser una actitud imprescindible a la hora de achicar diferencias buscando conciliar posturas opuestas.Si lo ejercitáramos más, las sociedades serían mucho más justasy solidarias.
    Abrazos!

    ResponderEliminar
  16. La sensibilidad viaja por la tierra de cuerpo en cuerpo...Abrazos

    ResponderEliminar