¿¿Quién no ha ido alguna vez contra las normas??
Empezó diciendo “pio”
en bajito, casi en un susurro cuando su padre terminaba una discusión diciendo
aquello de “no quiero oír decir ni pio” eso era adrenalina pura pero se quedaba
más satisfecha, era como haber dicho la última palabra. Él le decía que era una
“rebelde sin causa” algo que ella no comprendía puesto que todo cuanto hacía o
decía tenía un motivo o eso creía al menos.
No había un mal fondo en su persona, pero las prohibiciones
le llamaban especialmente la atención. Los padres de Amanda fueron requeridos
por la dirección del colegio en distintas ocasiones, la última colmó el vaso,
había metido a una perrita preñada en el armario de los abrigos, el armario se
extendía a todo lo largo de la clase con puertas correderas, la perrita parió
durante la clase de francés y entre los abrigos estaba calentita. En aquella
ocasión les pidieron muy educadamente a sus padres que la matricularan en otro
colegio, vamos que Amanda directamente fue expulsada por las monjas. (Lo que en
realidad ella vio como una bendición)
Lo siguiente fue un colegio mixto, eso le molaba, cuando hasta los institutos estaban separados por
sexos. Aquello fue más divertido pero no fue fácil, había demasiadas normas y
le gustaba saltárselas, se llevó algún que otro bofetón de la directora, unas
veces la pillaban, otras no, fumaba en el autobús escolar o en el gimnasio en
las horas de recreo. Por supuesto se quedaba con el bofetón y nadie protestaba (Los
padres siempre pensaban que los profesores habrían tenido sus motivos)
Ahora Amanda también lo cree, sigue siendo un poco rebelde, sigue
saltándose algunas normas, sigue cruzando la calle por donde le viene en gana,
sigue fumando en algún sitio prohibido, sigue llevando a los perros a la playa
en invierno o primavera aunque esté prohibido todo el año, detesta esos
carteles de prohibido, piensa y siempre pensó que no serían necesarios si todos
fuéramos más civilizados, si pensáramos más en el prójimo, si cada cual
recogiera las cacas de sus perros, si no dejáramos desperdicios, plásticos y
botellas en las playas, en los parques,
si enseñáramos a los niños a
comportarse.
A Amanda le llegó a casa una carta de toxicología, era una
denuncia a su hija por hacer botellón , la chiquilla no le había dicho nada. En
el escrito decía que tenía que asistir a
unas charlas y en el caso de no asistir la multa seria de 300€, pensaba
llevarla si era preciso de las orejas. “Dejaros de charlas educativas” pensaba
Amanda y poner a los chicos a recoger parques y jardines los fines de semana,
llenos de botellas, vasos de plástico y
porquerías que han dejado otros como ellos
Con el paso de los años Amanda es cada vez menos… “políticamente
correcta” en ocasiones no le queda más remedio, dice que por no crear un
conflicto innecesario o por motivos de educación, pero cuando te muerdes la lengua…te duele.
Decir lo que piensas es, la mayor parte de las veces,
saltarse las normas.
Vamos a casa del apóstata a saltarnos las normas
Hay normas que dan ganas de saltarlas, es como un gustito que se siente adentro, una pequeña travesura, claro sino se molesta a nadie. Pero muchas veces cuando la vemos en otros y con consecuencias, duele.
ResponderEliminarY si! Decir lo que se piensa, se paga muy caro. De eso doy fé.
Pero también es el costo de la "libertad".
Abrazo Dominguero :)
Me gustó eso de decir "pío" luego que el padre, enojado y dictatorial, clama por no querer oir -precisamente- ni pío! jejejeej
ResponderEliminarAplaudo a Amanda, tiene sus normas cívicas y se salta normas que le parecen injustas, necesitamos más Amandas y nos sobran prohibiciones nos faltan colegios donde se enseñe a ser libre y a la vez respetuoso con los demás, con la diferencia. !Viva Amana y Medea! la amiga capaz de contarme un cuento que me enamora. Me apunto a las normas de Amanda y digo !pío! alto y fuerte. Besito cariñoso.
ResponderEliminarMe "mola" tu relato. Me da normas que quiero seguir. Me enseña a ser tolerante y a no tolerar la hipocresía.
ResponderEliminarUna ventaja viene con los años: la de tener menos miedo de decir la verdad. HAY QUE APROVECHARLA!!!
Disfruté leyendote como si te oyera hablar, con tu "pucho" en la mano y gesticulando mucho...
besos y felíz domingo
Existe un peligro en el hecho de decir uno siempre lo que piensa, la posibilidad de herir inutilmente a quienes no entienden nuestra dinámica o no tienen capacidad ni intención para entenderlo. Si este último es el caso, resultará inútil gastar energías para nada y exponerse a la inexorable regla del "Boomerang", este último no falla, aunque se demore en el tiempo. Bss.
ResponderEliminarCasi siempre la cosa suele empezar por un "PIO"
ResponderEliminarUna cuestión innata, ya desde aquel "pío" su postura ante la vida estaba signada. Si no fuera por muchas personas que han ido en contra de la corriente por defender posturas, muchas cosas hubieran quedado en la quietud del costumbrismo, la aceptación, sin salvación en temas que si merecen levantar cabeza e ir contra todo lo estipulado. Me suena que Amanda es de "esas" mujeres, y a "esas mujeres", también hay que agradecerles. Son personalidades llenas de dinamismo, de intenciones y ante todo de un empuje que no es amedrentado por nada.
ResponderEliminarHermoso escrito, que a una le deja ese gusto a satisfacción por la riqueza de su personaje. Besoooos! Lindo domingo!
Gaby*
Protestar por lo que creemos injusto es no solo una necesidad sino una obligación,aunque muchas veces nuestra palabras no se entiendan,o no se quieran oir. Bonita lección.
ResponderEliminarHola Medea.
ResponderEliminarVaya una vida ajetreada la de Amanda. Y parece que la historia se repite con su niña. Ha sido muy entretenido leerte.
Un besote.
Lupe
Me encanto leerte me fascino de verdad el relato y me dejo pensando un poco y la verdad es que tienes mucha razón y me quedo con esta frase que... es realmente cierta... si pensáramos más en el prójimo, si cada cual recogiera las cacas de sus perros, si no dejáramos desperdicios, plásticos y botellas en las playas, en los parques, si enseñáramos a los niños a comportarse.
ResponderEliminara comportarse y a hacer ellos mismos...
Todo comenzó con un pío y se montó el pollo, jajaja, la verdad es que el final de tu historia es verdad como la vida misma, normalmente decir lo que se piensa es ir en contra de las normas, porque ya hay normas hasta para cuando respirar!, miles de besossssssssssssssss
ResponderEliminarérase que se era el mayo del ´68...viva el amor libre y el porro y así.
ResponderEliminarérase que se era el tiempo de asentarse, los años quizá ´80...y se casa y entra por el aro y...
érase que se era que en día de hoy ya ni recuerda cómo era en el ´68 ni recuerda aquella rebeldía ni...
ana, normalmente, el tiempo nos va encauzando por la placidez de la no rebeldía. al fin y al cabo lo acomodaticio tiende a ser bálsamo. y el bálsamo es hedonista...
no quita que quiuzá alguien yo creo que pocos, mantengan algo de su jipismo, es decir, de sus antinormas...y digo jipismo siguiendo mis érases del principio...jipismo cambialo por o que quieras y todo , al final, cuadra, todo el mundo acaba..perdón, mucha pàrte de ese mundo, acaba inclinándose a las normas en mayor o menor medida. y es que ir a contranorma es jodido..
medio beso.
Admiro a esas personalidades que viven a su manera, que dicen lo que piensan y hacen lo que sienten. Con cierto cuidado y respeto a los demás me parece la mejor forma de ser uno mismo.
ResponderEliminarExcelente relato Medea.
Un beso.
Hay normas que casi piden que sean rotas. Un beso.
ResponderEliminarQue bien desarrollado eso que tanto me suena, jejejejejejeje
ResponderEliminarbesitossssssss
El ser consecuente con uno mismo siempre, aunque a veces esa consecuencia vaya en contra de las normas establecidas no debe de tener más limitación que la de no hacer un daño innecesario a los demás.
ResponderEliminarRomper las normas, a veces puede ser un ejercicio sanísimo.
Un fuerte abrazo.
La verdad es que las normas no debieran de existir si fueran todos más cívicos y edúcáramos mejor a nuestros hijos; pero mientras no sea así pienso que alguna norma es necesaria, sin pasarse; pero alguna si.
ResponderEliminarUn abrazo
Es verdad que con la edad te vas acomodando y prefieres seguir lo estipulado para no meterte en problemas pero es realmente atractivo romper alguna norma de vez en cuando, normas de las que no dañan a nadie y que son de lo más estúpidas.
ResponderEliminarUn beso.
Te doy la razón en eso de que deberíamos ser tan civilizados tal que no existieran los cartelitos con las prohibiciones. Pero, en este país, al menos eso es una utopía.
ResponderEliminarbss.
Hay trasgresiones y trasgresiones. Como iconoclasta que soy, las de Amanda me gustan, un modo de ser libre sin tapujos. Citas otras que no, esas conductas incívicas como ensuciar las playas, calles, parques. El límite está en el momento que pueda molestar a otra persona.
ResponderEliminarDejo de pontificar y te mando muchos besos.
Hay momento para todo, supongo que esa rebeldía inicial conformo a la persona, es más eso de los "pio" me suena. Más tarde se ha convertido en alguien con la norma asumida y con opinión propia, no veo mal esa filosofía, más bien la veo coherente con uno mismo, porque está basada en el respeto hacia el entorno, las personas. Otra cosa es que por culpa de quien desconoce el respeto, paguen todos y ahí estamos inundados de normas, algunas desconocidas, que no sirven para nada...
ResponderEliminarBesos!!!
Los años todo lo calman hasta esa rebeldía, uno se va dejando hacer, aunque las ganas de no callar hagan que te muerdas la lemgua. Cómo la vida misma Medea.
ResponderEliminarUn abrazo.
La rebeldía a lo socialmente correcto es una de las facetas de la vida que más me traumatiza por casi imposible de mantener viva. Tantas veces nos mordemos la lengua porque no es el momento ¿Por qué no? porque algo ponemos en peligro: nuestro trabajo, nuestras amistades, nuestros proyectos... Eso se llama prudencia, podemos ser imprudentes cuando nada peligra ¿Muy cómodo, no? Fácil es hablar sin pelos en la lengua, atrevido correr el riesgo, honesto aceptar las consecuencias. Qué difícil es la sociedad para los que no tenemos la espalda cubierta, o para los que se sienten dominados, amedrentados o acobardados. Tal vez también son listos, supervivientes natos. Pienso que llamar las cosas por su nombre no es una incorrección, sino una imposición absurda ligada al temor al castigo... madre mía, me voy de la olla, casi escribo un artículo de ensayo. Perdón por el rollo :))))
ResponderEliminarUn beso, compi.
Interesante y entretenido escrito.
ResponderEliminarTodos debemos ser un poco más como tu protagonista. Odiar las prohibiciones pero siempre enseñando que no es tanto por rebeldía sino por libertad y lo más importante: sin hacer daño a nadie. Esa es la idea de un mundo mejor. Vivir y vivir bien con todo y todos los que te rodean.
Y déjame decirte que tu protagonista es mi tocaya :)
Un abrazo,
Amanda.