domingo, 24 de febrero de 2013

Saltarse las normas
Este jueves un relato




¿¿Quién no ha ido alguna vez contra las normas??

 Empezó diciendo “pio” en bajito, casi en un susurro cuando su padre terminaba una discusión diciendo aquello de “no quiero oír decir ni pio” eso era adrenalina pura pero se quedaba más satisfecha, era como haber dicho la última palabra. Él le decía que era una “rebelde sin causa” algo que ella no comprendía puesto que todo cuanto hacía o decía tenía un motivo o eso creía al menos.
No había un mal fondo en su persona, pero las prohibiciones le llamaban especialmente la atención. Los padres de Amanda fueron requeridos por la dirección del colegio en distintas ocasiones, la última colmó el vaso, había metido a una perrita preñada en el armario de los abrigos, el armario se extendía a todo lo largo de la clase con puertas correderas, la perrita parió durante la clase de francés y entre los abrigos estaba calentita. En aquella ocasión les pidieron muy educadamente a sus padres que la matricularan en otro colegio, vamos que Amanda directamente fue expulsada por las monjas. (Lo que en realidad ella vio como una bendición)
Lo siguiente fue un colegio mixto, eso le molaba, cuando  hasta los institutos estaban separados por sexos. Aquello fue más divertido pero no fue fácil, había demasiadas normas y le gustaba saltárselas, se llevó algún que otro bofetón de la directora, unas veces la pillaban, otras no, fumaba en el autobús escolar o en el gimnasio en las horas de recreo. Por supuesto se quedaba con el bofetón y nadie protestaba (Los padres siempre pensaban que los profesores habrían tenido sus motivos)
 Ahora Amanda también lo cree, sigue siendo un poco rebelde, sigue saltándose algunas normas, sigue cruzando la calle por donde le viene en gana, sigue fumando en algún sitio prohibido, sigue llevando a los perros a la playa en invierno o primavera aunque esté prohibido todo el año, detesta esos carteles de prohibido, piensa y siempre pensó que no serían necesarios si todos fuéramos más civilizados, si pensáramos más en el prójimo, si cada cual recogiera las cacas de sus perros, si no dejáramos desperdicios, plásticos y botellas  en las playas, en los parques, si enseñáramos a  los niños a comportarse.
A Amanda le llegó a casa una carta de toxicología, era una denuncia a su hija por hacer botellón , la chiquilla no le había dicho nada. En el escrito decía que  tenía que asistir a unas charlas y en el caso de no asistir la multa seria de 300€, pensaba llevarla si era preciso de las orejas. “Dejaros de charlas educativas” pensaba Amanda y poner a los chicos a recoger parques y jardines los fines de semana, llenos de botellas,  vasos de plástico y porquerías que han dejado otros como ellos
Con el paso de los años Amanda es cada vez menos… “políticamente correcta” en ocasiones no le queda más remedio, dice que por no crear un conflicto innecesario o por motivos de educación,  pero cuando te muerdes la lengua…te duele.

Decir lo que piensas es, la mayor parte de las veces, saltarse las normas.

Vamos a casa del  apóstata a saltarnos las normas

miércoles, 6 de febrero de 2013

Un segundo de eternidad
Este jueves un relato

 Más que un segundo

A lo largo de la vida existen momentos de eternidad, momentos en los que el deseo de parar el tiempo, de detenerlo para que dure siempre, pueden ser muchos  todos ellos tan especiales que cuando suceden son únicos. Una mirada, solo el cruce de una mirada puede ser el momento a soñar, a detener, a hacer eterno. Una caricia furtiva, un roce, un simple roce de su mano torpe al volver a dejar su vaso sobre la mesa y ese contacto inocente hace que quisiéramos parar el tiempo ahí.
El que más el que menos tiene momentos aunque sea uno en el cual hubiera querido detener el tiempo, hacer de ese momento algo eterno.
No puedo por menos que considerarme afortunada cuando miro hacia atrás y siento que ha habido muchos, si, muchos momentos que guardaría para la eternidad, que son míos porque yo los he sentido y los he sentido así.
Los últimos momentos o días que pasamos con esa persona que se fue, lo que nos dijimos, lo que no nos dijimos y luego ya no pudo ser. También haría eterno ese momento de volver a vivirlo y vivirlo si es posible más intensamente.

Ahora sí, ese momento de todos ellos a destacar, es un momento único que solo nosotras, muchas de nosotras, hemos tenido el privilegio de vivir por el hecho de ser mujeres, mujeres y madres, creo que coincidiré con más de una en esta reflexión.
Digamos que es único, no comparable con nada de lo vivido ni antes, ni después, porque hay un antes y un después de ese momento.  Después de nueve largos meses de espera, después de imaginar cómo serían sus ojos, su pelo, después de hablarle con palabras no pronunciadas y llenas de amor, llega ese momento, ese segundo, después de varias horas tampoco comparables con nada…
La pusieron sobre mi vientre, era…tan pequeña…tan frágil…tan arrugadita, su primera bocanada de vida, su primer aliento, su primer llanto…supe que ya nada sería igual, el sol entraba por la ventana del paritorio, era una mañana llena de luz, yo la apretaba contra mí para calmar su llanto, sentía su pequeño corazón latiendo con fuerza, daba igual lo que pasara a mi alrededor enfermeras de un sitio a otro, olores, ruidos de carros con instrumental, el tiempo de había parado. Olía a vida. Los momentos posteriores se han borrado.
Quince meses después volví a vivir ese momento, parecido sí, pero también único.

Encontrad segundos de eternidad donde Simona y ella




miércoles, 30 de enero de 2013

Hablar escribiendo
Este jueves un relato


 Hablar sin hablar... 

  Hace tiempo que no hablaba con él, creo que discutimos sobre alguna tontería, pequeña pero que la distancia convierte en una gran bola de nieve, llega ese momento en el cual ya no te acuerdas del motivo de la discusión pero la soberbia que nos puede a veces, consigue que ninguno dé el paso, ese paso tan pequeño que se hace un paso de gigante en la distancia, ¿le llamo?,  ¿Y qué digo?,  Hola que tal ¿cómo te va la vida?  o ¿sigues tan gilipollas como siempre?.  No, mejor no le llamo... en el próximo cumpleaños de mamá o en Navidad, volveremos a vernos, es posible que no se acuerde y pase como si nada.
Veo la última foto que ha puesto en Facebook y de manera instintiva quizás porque en mi interior tengo esa sensación desagradable que aumenta con el paso de los días, de las semanas, le doy a “me gusta” tengo la tentación de volver a pinchar para quitarlo...no, mejor así. Los “me gusta” me son devueltos por su parte en las siguientes fotos que incluyo en Facebook de un sábado en la nieve con los perros. De ahí pasa a algún comentario sobre alguna de las fotos al cual le contesto sin demasiada efusividad, ha pasado ya un mes.
El whatsapp ha irrumpido en nuestras vidas no sé si de forma negativa o positiva, antes de todo esto, alguna vez quedábamos por whatsapp o hablábamos para tomar un café o comer un domingo, no con demasiada frecuencia, cada cual tiene su vida, su familia y sus preocupaciones. Pero la relación viene a ser la normal entre hermanos que no viven ni tan siquiera en la misma ciudad. Desde entonces no hemos vuelto a contarnos nada por whatsapp, es demasiado directo. Con los demás si, de vez en cuando nos contamos como nos va el día, como están los niños (que aun los hay pequeños), cómo va el ere de la empresa en la que trabaja uno u otro, si hace o no mucho frío por allí. Siempre él en el pensamiento, a alguno de los otros le pregunto por él y me cuenta.
El domingo se me ocurrió, hice un grupo de whatsapp que se llama ”nosotros y los otros” lo de los otros es para meter también a los cuñados, nos llevamos de cine pero no hablamos nunca por teléfono. En ese grupo de whatsapp se empezaron a ver todos y les hizo gracia, entraron  bien saludando, bien preguntando qué era eso, nos reímos un rato cada uno contando sus cosas, mandándonos fotos del instante que estábamos viviendo, una haciendo la cena, otro corrigiendo exámenes otro bañando a los niños, era divertido hablar con todos a la vez en un chat donde se mezclaba lo que decía uno u otro. Alguien colgó después una foto de la cena...carbonizada, los “jajaja” se sucedían uno tras otro, el intervenía como uno más que es y yo le contestaba, así, sin darnos cuenta empezamos a hablar, nos reíamos. Fue fácil sin darme cuenta me había olvidado de lo que nos separaba y el también. Ahora a menudo nos damos los buenos días,  nos mandamos un chiste o simplemente un beso.
Ahora todos los días sé de todos. ¡No por Dios que ahora mi madre dice que ella también quiere el “guasa” ese! ¡Si apenas sabe utilizar el móvil!. Tendríamos que hacer otro grupo aparte para incluirla, no sé si podría soportar nuestro vocabulario o las burradas que decimos a veces y aun así no dejaría de pasar revista a todos por teléfono. “No mami déjalo es que tendrías que hacerte un contrato para internet” y eso de momento la frena.

Escribimos hablando en casa de ROSSINA

lunes, 28 de enero de 2013

Pagina 53
Este jueves un relato


“El hombre de San Petersburgo” 
Kent Follet

Un sentimiento especial se apoderó de Feliks. Se preguntó si había sido suscitado por las muchachas, pero no, no significaban nada para él.
¿Desde cuándo se había visto él empujado a nada por una mujer? 
Caminó con paso cansino por la acera, se percató de que sus pasos no habían ido sorteando las juntas entre los baldosines que formaban una cruz como había hecho siempre, superstición atávica heredada de su santa madre y había pisado donde no debía. Eso a su entender traería malas consecuencias.
Subió las escaleras despacio sobre los tablones de madera que las formaban, iba depositándose la escarcha de aquella fría noche de Enero. Tardó en introducir la llave en la cerradura sus manos heladas respondían torpemente. Dio dos vueltas y empujo, Marlin solo cerraba así la puerta cuando se acostaba, le tranquilizo la idea de que estuviera dormida y no tener que discutir, ella ya le había dicho que en cuanto firmara el contrato del apartamento se iría.
Se paró frente al espejo del  recibidor, en  la imagen que le devolvió, sus ojeras se marcaban cada vez más profundas,  su barba de tres días le daba un aspecto descuidado…había carmín en el cuello de su camisa y olía a perfume barato. Metió las manos en los profundos bolsillos de su abrigo, en  el derecho toco la fría hoja del cuchillo que había paseado durante dos días, lo empuño y subió sigiloso la escalera, se acercó a la puerta del dormitorio que estaba entreabierta, mantuvo la respiración y se asomó. Marlin no estaba, miro a su alrededor, las puertas del armario abiertas de par en par solo mostraban perchas vacías, sobre las cajoneras solo un suéter viejo que Marlín no utilizaba desde hacía tiempo, los cajones vacíos. Casi respiro con alivio.
Se aproximó a la ventana que estaba abierta y sintió el frio, volvió aquel pensamiento “¿Desde cuándo él se había visto empujado a nada por una mujer?” y se precipitó cayendo sobre los azules baldosines de la piscina vacía que no tardaron en teñirse de rojo.   

Más páginas 53 en el libro de Daily Planet

miércoles, 9 de enero de 2013

En honor a nuestros mayores
Este jueves un relato



Hace mucho que está en mi vida, antes de que yo viera la luz, antes de que respirara por primera vez, cuando era solo un deseo, ya estaba yo en su vida, ya me había soñado, y hoy sigue ahí, atenta a cualquier cosa que pasa, atenta incluso a un pequeño resfriado a través de ese cordón umbilical que es el teléfono.
Cualquier excusa vale para echar mano de ese cordón umbilical y escucharme al otro lado, contarme lo que le ha pasado a fulanita la hija del hijo de no se quien, de quien por supuesto ni me acuerdo, o bien contarme lo bueno que esta el último pimiento enlatado que ha sacado Mercadona. El tiempo pasa y no en vano. Para ella. Para mi. Para todos. Hoy le duele la cadera o simplemente se siente sola.
En ocasiones consigue desesperarme....Me miro en el espejo ¿como seré yo de aquí a unos años?

Con esto viene a mi memoria una carta que hace algún tiempo encontré en facebook y ahora he vuelto a ver recientemente y aquí os adjunto.


Carta de una madre a su hija:

Mi querida hija, el día que me veas vieja, te pido... por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme. Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor. Y recordar los tiempos en que eras niña y yo te leía la misma historia, noche tras noche hasta que te quedabas dormida. Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras cuando eras niña. Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperada. Recuerda mi querida, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti misma y como confrontar y lidiar con la vida. El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nerviosa, impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches. Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos. Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor. Y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida, que tuvimos la dicha de compartir juntas, te lo agradeceré. Con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decirte que te amo, mi querida hija ♥.♥



Creo que en casa del apostata ofrecen un té o un descafeinado con sacarina para los mas mayores

martes, 4 de diciembre de 2012

Imaginar




Sueño con la mar en calma, en cuyos brazos se duerme cada noche desde hace casi dos meses. Me manda fotos para que lo sueñe, sus amaneceres, sus atardeceres, el Océano Indico, los mares de Arabia a sus pies y el cielo encima, cada mañana, cada tarde, cada noche.

sábado, 30 de junio de 2012

En los zapatos de otro
Este jueves un relato


Es jueves, como muchos jueves estoy aquí desde la distancia, veo que escribís el tema de “en los zapatos de otro” no era mi intención escribir ni publicar nada, al final escribo sobre el tema, no se si publicaré este borrador, pero desde luego no mandaré este enlace, sé que aún con todo alguien lo leerá, sé que muchos lo leeréis pero uno de mis motivos es que aun no he podido leer todos los publicados la semana pasada y mis comentarios irán llegando con cuenta gotas a unos y otros blog.
Siempre he sentido que hay que ponerse en los zapatos del otro para ver las cosas, la situación de cada uno desde su punto de vista.
Me he puesto muchos, muchos zapatos, para mí la empatía forma parte de esto, ponerse en el estado de ánimo del otro para poder comprender algo que desde el nuestro no seria posible.
Me planteo que la empatía ó calzarse otros zapatos es a veces agotador, sobre todo cuando no sabes separar el estado anímico del otro del tuyo propio, esto llega a ser patológico, lo suyo es que supiéramos separar, tendemos a calzarnos los zapatos de otro cuando tiene que tomar una decisión, cuando nos piden consejo cuando se desahogan con nosotros. Esto sucede principalmente cuando a la gente a la que queremos, cuando los nuestros, necesitan un apoyo. No empatizamos cuando alguien tiene su vida en orden y todo va bien, la situación no lo requiere.
Son muchas las veces que te pones en los zapatos del otro, tratas de sentir como el siente para poder ser objetivo, para tratar de ayudar a tomar una decisión y sin darte cuenta empiezas a andar con ellos, aprietan a veces pero no importa, sabes que es muy fácil decir yo haría esto o lo otro desde tu sillón calzando unas cómodas zapatillas pero esa no es la manera, hay que calzar sus zapatos y andar con ellos.
Un día al calzarte tus propios zapatos te das cuenta de que también te hacen rozaduras y te sientes cansado, has andado mucho con distintos zapatos, pesa sobre ti…no sé no sé que es lo que pesa pero las circunstancias y momentos vividos calzando el zapato de otro siguen ahí, no sabes separar una cosa de otra, todas están ahí y pesan.
Hay que saber ponerse los zapatos de otro, es imprescindible al menos para mi, pero también es imprescindible sabértelos quitar antes de calzarte los tuyos, algo que en este momento…no sé hacer



Hay muchos mas modelos en el colmado de Gastón