¿¿QUE ME PASA??
Salía como siempre puntual de la oficina, hacia ya días que no se quedaba a tomar esa cervecita con los compañeros, le había llegado de boca de la del quiosco que la tenían por rarita, total, no había intimado con nadie de con los que compartía tantas horas al día durante los últimos cinco años. No le importó demasiado.
La calle Princesa siempre concurrida y más aún bajo el tibio sol de medio día cuando la primavera estaba a punto de comenzar, aunque por el aspecto de los escaparates y la vestimenta de la gente, diríase que ya estábamos en verano. Ella aun llevaba sus vetustos botines de hace ya dos inviernos, su pasmina anudada al cuello y un aparente pero remendado abrigo de paño que olía a naftalina. Su madre había fallecido la pasada navidad y vivía sola desde entonces, sabía que tenía primos pero no tenía muy claro ni cuantos ni donde, ella había estado sola siempre, con su madre, desde pequeña, no recordaba otra cosa, quizás por ese tipo de vida se creía algo antisocial aunque en ocasiones hacia un esfuerzo por estar y alternar al menos con los compañeros de la oficina.
Salió de Princesa por la calle Tetuán que no está tan concurrida, en Casa Labra, la gente tomaba su cerveza a pie de calle mientras esperan su pincho de bacalao rebozado, todo un clásico, pero una vez pasado Labra, la multitud se disipaba y podías meterte por callejones menos concurridos.
Hasta su casa era un paseo que sus compañeros envidiaban, vivir en Madrid al lado del trabajo, eso si era un chollo, todos venían en transporte público al centro porque de otro modo a las ocho de la mañana era imposible. Se quito el abrigo y la pasmina, por las calles adyacentes no entraba el sol pero el aire era agradable, cerraba los ojos para sentirlo acariciar su rostro…al abrir los ojos allí estaba de nuevo esa sensación, era una sensación que casi le producía nausea, era como andar sobre sus propios pasos, se paró en seco y miró hacia arriba, sabía que aquella señora con bata azul iba a regar los geranios, hacía mucho tiempo que no cogía por esa calle pero antes de que la mujer dejara caer una pinza de su tendedero ella supo que iba a caer y supo que sería una pinza de ropa verde. En cuestión de segundos la pinza rebotó sobre los adoquines, retiró el pie para no pisarla, los pasos siguientes se amontonaban en su mente uno tras otro, cerró los ojos, los apretó con fuerza tratando de desechar esa sensación. Respiró hondo sintiéndose aliviada. Retomó el camino a su casa, disfrutaba del paseo cuando no la abordaban esas sensaciones…de nuevo aquella tienda, la empleada estaría en el escaparate colocando aquella blusa azul que tanto le había gustado ¡¡otra vez nooo!! Se acerco hasta llegar al escaparate, miró casi con miedo, la dependienta no estaba, la blusa azul tampoco, Uffff que alivio pensó y siguió caminando. Antes de doblar la esquina vislumbró los contenedores de basura, el verde del vidrio, el azul y gris del papel, el amarillo…habría unas cajas junto al amarillo y unas bolsas con ropa de una de las cuales salía un cinturón de cuadros, sentía de nuevo que sus pasos se repetían sobre un mismo escenario, de nuevo esa nausea, había leído en internet que esas sensaciones eran propias de la esquizofrenia y era por ello por lo que no lo compartía con nadie. En esta ocasión aceleró el paso dejando atrás los contenedores casi sin mirar, solo una cosa llamó su atención, recordaba un gato de inmensos ojos verdes saltando del contenedor azul al suelo y en esta ocasión no había gato, no había visto sus ojos verdes antes de saltar junto a sus pies. Aceleró el paso y dobló la esquina, la última antes de llegar a su casa.
Era un corto trayecto que se le había hecho largo, sentía que su corazón le golpeaba fuertemente el pecho. La pesada puerta de hierro del portal tenía los cristales rotos, los vecinos y los carteros, los repartidores de propaganda y cualquiera que quisiera acceder al edificio, pasaba la mano a través de los barrotes de hierro y abría el picaporte desde dentro, pero allí estaba ella, revolviendo dentro de su bolso hasta encontrar la llave. Miró el buzón, en la tarjeta del mismo figuraba aún el nombre de su madre junto al suyo. Una carta del seguro y propaganda, siempre llenaban el buzón de propaganda. Subió los dos pisos hasta su casa, se limpio bien los zapatos en el felpudo de la puerta como su madre le decía, colgó el bolso y el abrigo en el perchero en la entrada, fue a la cocina bebió agua, abrió el frigorífico y lo volvió a cerrar, pensó que tomaría algo más tarde, acto seguido entro en el dormitorio, no le había dado tiempo a hacer la cama, abrió el armario para ponerse algo más cómoda y…allí estaba la blusa azul de aquel escaparate, colgada en la percha, con su etiqueta, pero ella no la vio, cogió una camiseta y la cambió por el jersey que llevaba, se quito los zapatos y busco las zapatillas de su madre que utilizaba últimamente, no las encontraba, se agachó y levantó la colcha que arrastraba para mirar bajo la cama, allí estaban, allí estaban las zapatillas, las zapatillas y…un gato, muerto, sus ojos verdes la miraban vacíos de vida. Ella cogió sus zapatillas las coloco junto a la mesita de noche y se tumbó sobre la cama.
Pensó en esas sensaciones que se repetían cada vez con más frecuencia desde que murió su madre…, ella la cuidaba, le tenía la comida lista cuando ella llegaba, le obligaba a tomar aquellas pastillas que había dejado de tomar desde entonces…
Voy a tomar la medicación jajaja, pero mientras tanto podéis pasaros por casa de
Carmen Andujar o...¿ya os habéis pasado?