Marcos se anudaba su corbata de cachemira de alegres colores con doble nudo, bajaba el impecable cuello de su camisa y ajustaba el nudo al cuello. Esa reunión mensual de los directivos, lo tenía un poco abstraído. Selena en la cocina se preparaba un poleo menta, una infusión antes de acostarse le ayudaba a conciliar el sueño, la besó fugazmente sin apenas rozarle los labios y tomó las llaves del coche del mueble de la entrada al tiempo que decía _Acuéstate pronto cariño, procuraré no hacer ruido al llegar… _Ten cuidado Marcos, que siempre bebéis de más, en ese caso toma un taxi.
La puerta se cerró tras él, en el espejo del ascensor, camino del garaje, se atusó el pelo, con cuarenta y cinco años no presentaba síntomas de calvicie, al menos de forma inminente, pero sus sienes casi plateadas le daban un aspecto interesante, había comprobado en esas escapadas mensuales, que despertaba el interés de las mujeres más aún que cuando era más joven. Esa sensación le aportaba cuando menos seguridad, ni que decir tiene que era apuesto y lo sabía.
Luna cepillaba su larga melena, aquellos pendientes de topacio azul hacían resaltar aun más el color de sus ojos, dejó volar su melena con un estudiado movimiento de la cabeza. Era bella, inmensamente bella, aquel ceñido corpiño negro resaltaba sus delicadas curvas y realzaba la exquisitez de sus senos firmes, separados por “el camino a la perdición” así lo había llamado Marcos hacía dos meses. Cuando se conocieron.
Su deportivo negro salió de la ciudad y enfiló la carretera que subía la ladera de la montaña, la carretera carecía de iluminación pero la luna llena de aquella noche, dejaba apreciar alguna de las casas de piedra de aquella montaña que parecían encontrarse en caminos perdidos e infranqueables.
Dos o tres miradores repartidos en la larga carretera de ascenso permitían ver la ciudad que dormía bajo el neón, y que sin embargo parecía tan despierta. Disminuyó la velocidad al ver en el segundo mirador el 4x4 de Marcos con las luces de posición, ya estaba allí, ella sabía que lo tenía impaciente y le gustaba hacerse esperar, estaría enfadado, más de media hora de espera pero sabía que lo tenía bien enganchado y no se iría. Era su tercera cita y ya no podía escapar. Paro al otro lado de la carretera y metió su coche entre la maleza hasta dejarlo casi absolutamente escondido, bajó miro a ambos lados y cruzó, Marcos la había visto llegar pero seguía mirando la ciudad como hipnotizado, quizás un poco molesto por la espera. Por detrás se agarro a su cintura y ronroneando como una gata consiguió que Marcos girara sobre si para tenerla de frente, voluptuosa, sensual y felina. Todo cuanto le iba a recriminar por la espera desapareció de su mente y la besó apasionadamente, mordió sus carnosos labios, lamió su cuello, hacía tiempo que decía no sentirse tan embriagado. Lo condujo hasta el coche, el suyo había quedado bien escondido. Le había dicho que lo llevaría a un escondite secreto, la casa de la montaña que pertenecía a la familia y que estaba hace tiempo deshabitada, podría ser un lugar maravilloso para sus encuentros que prometían ser cada vez más frecuentes. Le indicó que tras la siguiente curva tenía que coger el camino a la derecha, Marcos emocionado y excitado tomó con rapidez la curva, en su mente iba despojándola de su chaquetón, de su corpiño de todo aquello no comestible que cubriera su cuerpo.
La inmensa casona era casi invisible, la espesa vegetación de la zona sumada a las traviesas hiedras trepadoras habían conseguido ocultarla casi por completo. Lo arrastró de la mano, la puerta chirrió al girar el pomo oxidado, Marcos le ayudó a empujar la puerta. Olía a resina, a Marcos le llamó la atención la pulcritud de la estancia, Luna lo había preparado todo para el encuentro, la chimenea emitía chasquidos, un tronco dejaba caer su peso sobre otro ya requemado y algunas chispas traviesas jugaban en el aire al son de un crepitar. Dejaron caer sus abrigos sobre el vetusto sillón y tomaron ambas copas que Luna saco con cuidado de la licorera…en una de ellas…un polvo rosado casi invisible sobre el cual vertió el vino y se la tendió a Marcos que bebió y paladeo gustoso. Luna hizo lo mismo con la suya, empujo a Marcos sobre los abrigos que descansaban en el sillón sacándole al mismo tiempo el nudo de la corbata.
Cuando Marcos se despertó, el olor acre, mezclado con azufre le hizo esbozar una arcada, sentía un tremendo malestar y sus ojos no alcanzaban la nitidez, no podía moverse, sintió que estaba desnudo, sujeto, varias antorchas rodeaban una estancia en la cual no había estado nunca, mujeres con tules negros transparentes que cubrían su cuerpo desnudo, escuchaba una oración que era respondida al unísono por todas aquellas mujeres, algo decían de un pentagrama, de consagrar el pentagrama con los cuatro elementos recitando los exorcismos de el agua, el fuego, el aire y la tierra. El pentagrama con dos rayos inferiores hacia arriba, parece que le hicieran una ofrenda, aclaman al maléfico. Marcos cerró los ojos y sacudió la cabeza como si quisiera despertar de una pesadilla, no lo consiguió. Vio a Luna y a otra mujer que se le acercaban, iban como escoltando a una tercera que llevaba algo entre sus manos, entonces pudo verla, era Selena, su mujer, estaba demasiado asustado para plantearse el daño que le habría hecho engañándola desde hacía años, la llamó la gritó pero sus gritos quedaban ahogados por lo que parecía una oración al unísono 30, 40 mujeres, Selena se acercó aún más, le ungió con lo que llevaba entre las manos un aceite de cinco perfumes, incienso, mirra, aloe, azufre y alcanfor, sonrió y le dijo “el humo te purificará” se miró los pies y se hallaba sobre una pira, el pánico apagó de pronto su voz. La luna, redonda,entera y anaranjada brillaba en lo más alto.
Selena, con su pelo cogido en una pinza, unos vaqueros y la misma camiseta con la que había dormido bajo la gabardina color camel denunciaba en la comisaria a dos manzanas de casa, que su marido no había regresado. Por lógica los demás hechizos y pócimas en la cueva de Inma Brujis